lunes, 25 de junio de 2018

Gata.


No está abandonada, sino que es una valiente, porque le gusta vagar por las calles de noche, sola, en su plena compañía, aunque a veces se asusta cuando escucha el ligero sonido de su propia presa. No se fía, tiene siete vidas pero le gusta conservar la primera como oro en paño. Lo cierto es, que si le pones una mano encima, pueden pasar dos cosas, una más dichosa que la otra, la primera opción recibir un zarpazo, que en realidad serían de tres a cuatro arañazos con forma de arco iris, o puede dejarse hacer, ronronear incluso, bravo, te la has ganado, o que tal vez sólo quiera un poco de roce y ya está, no te motives. Ella, zorra. Se rumorea que se deja ver mucho por Borneo, en Indonesia.
Se pasea por los bajos de los bares a medianoche para que le echen un chupitazo de leche bien fría y maulla por que le dejen la botella cerca, porque nunca se sabe si va a necesitar ahogar sus quejíos en algo que le haga olvidar, refrescarse la cabeza, o que le motive a seguir andando dejando huella. Ella, tigresa.
Le gusta poco el agua, es más de relajarse en un baño a lametazo limpio, no de otra, sino de sí misma, se basta y se sobra; se quiere tanto, que ver su reflejo en ella le asombra. Es exigente, no cualquier ratón es plato de buen gusto, acecha y camela moviendo su cadera que parece que se le va a dislocar de un momento a otro. Ella, leona.
Nadie habla de su mirada, no se atreven ni los Aristogatos, con ese parpadeo lento, con esa vista tan fija que da la sensación de que te está desnudando en su mente, o comiendo, porque para qué eternizarse tanto en su deseo y apetito por catarte. Esos ojos pardos y traviesos. Ella, que le gusta jugar, jaguar .
Es tan suave que se tiende a pensar que ello deriva a delicada, pero no, no te dejes engañar porque su bigote haga cosquillas. Tiene garras y unos colmillos que te quita el sentío, el sentido, el sentimiento, y la tontería. Ella, leopardo.
Se considera amuleto de mala suerte para los supersticiosos y es objeto del mismísimo placer invocado por un comportamiento sexual peculiar si se sufre de ailurofilia.

Es que ella es una felina, de las patas a las orejas, de la nariz a la cola, tanto por dentro, como por fuera. Ella, gata.

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