Cierro los ojos, respiro su
colonia. Me estremece recordarla.
Cierra la puerta, gira la
bombilla y métete en la cama, a mi lado, en tanga, con uno de tantos
que ya te he regalado, porque me gusta que los estrenes, todos,
conmigo. Quiero ponerme encima de ti y no hay ningún aviso
anticipado, frotarme contigo hasta que me saques brillo, el
pintalabios te queda de infarto pero ya va siendo hora de quitártelo
y abarcarte las tetas como si no hubiese un mañana. Roce es igual a
goce, y no nos hace falta apoyar ningún vaso previamente para
hacerlo.
Abre las piernas, porque
pienso susurrarte, estando entre ellas y rozándote los labios, lo
mucho que te he echado de menos todo este tiempo. Agárrame del pelo
e incorpora tus caderas hacia delante, te ayudo cogiéndote del culo,
pero acércate, es ahora cuando podemos recortar distancias,
aprovechemos. Deja que te beba, tengo sed y nadie más que tú puede
quitarme esta sequía. Apríetame contra ti, saborearte es un placer
compartido, y hacerlo mientras mis manos se apoderan recorriendo cada
pliegue de tu piel, uno más. Levántame la cabeza, mírame y deja
que de tu boca salga mi nombre, murmúralo, grítalo, gímelo, no me
importa que me delates, no sería la primera vez, ya me deben
conocer.
Acariciarte el interior de
los muslos y notar tu humedad me pierde, y aún así, sin brújula,
sé que tu monte de Venus es mi norte. Soy capaz de tocarte la nota
más aguda, sin saber hacerlo con un piano, y acompasar tus
contracciones con mis dedos. Llegar a pasarte la palma de la mano
entera con fuerza, y volver a meterlos, para sacarlos, y viceversa.
No te dejes nada dentro, desahógate en mí y ahógate por mí
después. Me hago responsable de mis actos.
Mi prioridad es satisfacer
nuestro deseo, nuestro insaciable deseo.
Mi prioridad es ser libre,
serlo contigo. Dame tiempo, las cosas de palacio van despacio y
nosotras no somos ningunas reinas, somos luchadoras innatas, cada vez
más, nuestro cuerpo y mente cada vez lo piden más. Pura necesidad.
Qué bonito es fundirnos con
el fuego cerca.
Qué bonita eres a plena luz
del día, con la luz de una bombilla y en mitad de la noche con la
luz de la luna. Tus manos me dan tregua cuando me tocas, no es que
sin hacerlo estemos en guerra, pero a veces desearía más paz
conmigo misma.
Y la lluvia me moja al
recordarnos.
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