“Quiero tatuarme tu acento en la clavícula izquierda”, una
vez leí. Lo empecé a sentir después, disculpa la tardanza, pero no me llevo
bien con la puntualidad, cometí el error de convertirlo en propósito de año
nuevo, y ya sabes lo que pasa siempre con eso, que no se cumple.
Por querer, quiero aprenderme todas tus curvas con los ojos
cerrados abierta en cuerpo y alma, entregarme sin complejos, miedos, dudas y
vergüenza. Mostrarme ante ti, para mí, contigo. Evadirme con cada mirada,
estremecerme con cada palabra, alterarme con cada movimiento. Hacerte temblar
los muslos, el gemido aguantado con la boca entreabierta y ver soportar el peso
del placer en tus párpados. El tiempo corre, y se corre con nosotras.
Salir de la rutina y de lo establecido, de los horarios
calculados y de la cama para abrir la ventana y cerrar la puerta, si tiene que
molestar alguien que sea desde fuera y lejos.
Me apetece que los espejos sean cómplices y testigos,
recrearnos y jugarnos.
El tanga perderlo. Como más guapa me siento es cuando me
visto de ilusiones y sueños reales y, además, te lo enseño. Me atrevería a
decir que el brillo de los ojos no es fácil mantenerlo, mírame más, que ahí
sigo.
Aviso, no vale echar la culpa al alcohol cuando en realidad
lo que te echas son las ganas acumuladas, aunque no necesitemos excusas. La
cuenta de los cubatas en fiestas es directamente proporcional a los grados de
realidad con la que te imaginas a esa persona contigo para finalizar tu noche,
y no sé qué resaca es peor, pero desde luego que, si bebes Whiskey, después no
te atrevas a mezclar con Ginebra. Lo cierto es que mi mirada ya está manchada
de picardía para los restos, pero también de inocencia, porque nunca me
muestro, ni lo haré, al completo, a simple vista, no cualquiera va a averiguar
mi otra parte de la mente, la sucia, la real, la sincera, al fin y al cabo.
Felicitaciones por conseguirlo, me has descubierto, y lo que te queda.
Considero que aprendo por cada vivencia, que me llevo buenas
sensaciones y que se quedan para el mejor recuerdo. No dejo de avanzar, de
caminar a tu lado, de dormir encima de ti y de sonreír desde abajo.
No soltaré tu mano, tú no lo hagas de mis caderas.
Y mucho menos olvides que tu norte es mi sur, y viceversa.
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