Madrid, 26 de abril
del 2015.
Amanece lloviendo,
se trata de una lluvia algo débil, delicada, parece que cae con el
propósito de no hacer daño al tocarte, sólo mojarte ligeramente y
provocar un revuelco extremo en tu pelo también causado por la
gravedad que empuja a los árboles moverse de un lado a otro. La
calle está sola, no hay nadie que la quiera siendo gris.
Me despierto por
inercia y en la habitación apenas se escucha el agua caer, cuánta
soledad respiro, la sensación de estar sola esta vez va acompañada
por unas miserables gotas que rompen el silencio de manera torpe contra los cristales de las ventanas. Hay cuatro y, teóricamente, cuando hay sol, éste se pasea por ellas dejando entrar toda su luz, pero cuando el cielo se complica ya es otra historia, otro estado de ánimo para todo el día.
Sin ánimo ninguno de salir de la cama y
con la poca fuerza de voluntad que me queda, decido levantarme para
ver llover más de cerca. Siento frío, no acostumbro a dormir con mucha ropa, era de las que, bueno, soy de las que me gusta desvestirme para las noches atormentadas, a ver si así también me desnudo de mis inseguridades; lo único que consigue
taparme son unas bragas azul marino. Me acerco resacosa al mirador y joder, qué bonita está la lluvia hoy, ese cielo con rasguños más oscuros que otros se
identifica conmigo y por una vez me siento
comprendida, veo como algo tan natural es capaz de expresar lo que me pasa y lo
observo embobada, parece que es mi primera vez.
Pasados unos minutos
caigo en la cuenta de que si el ver es maravilloso, imagina cómo
debe ser el sentir. No pierdo tiempo en vestirme, total, no hay nadie
y de haberlo me miraría con esa cara de incomprensión a la que ya
estoy acostumbrada. Corro por las escaleras hasta llegar al portal, estoy nerviosa, me lo pienso varias veces si abrir o no,
al fin y al cabo ya he salido demasiado desarropada,
ahora toca terminar mi propósito; no debería pensar
tanto, eso es lo que ha hecho que, en ocasiones, no disfrute de
las poquitas cosas que la vida me ha dado a probar.
Acabo en la calle, con los brazos abiertos y los ojos cerrados. Se
trata de sentir, no de ver, y ligeramente sonrío, me está tocando, noto llover y puedo asegurar que es de las mejores sensaciones que
he tenido en estos últimos meses. Provoca libertad, una libertad
fría y que pocos saben apreciar ya que sólo se preocupan por no
mojarse.
Es ahora cuando me siento bien, cuando me siento
persona, cuando me siento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario